MICRORRELATOS


MICRORRELATOS PARA LEER UN RATITO


EN FAMILIA


Un fuerte golpe en la nuca me  hizo ver las estrellas. Me quedé paralizado, no tanto por el

dolor como por el asombro. Recibir una bofetada así en frío no es algo que ocurra a diario.
Al seco impacto le siguió en la mesa familiar un denso silencio que habría podido cortarse

con un cuchillo, como la tarta de cumpleaños que reposaba sobre el mantel.    Desde la


mesa vecina nos miraron con curiosidad. Ajenos al drama, los niños seguían  jugando al 


borde de la piscina.
Tenía que ser mi cuñado, el  insufrible, el prepotente, el enano.     Nunca nos hemos

soportado, pero golpearme cuando estaba desprevenido... no podía creerlo. Sobre todo

considerando que yo mido  casi dos metros y él uno cincuenta.
Todo ocurrió  en un instante. A mi desconcierto inicial le siguió un arrebato y me lancé al 

cuello del osado. Las mujeres gritaron, los niños dejaron de jugar, el restaurante entero 


enmudeció. Mi cuñado se debatía con los ojos desorbitados, el rostro congestionado por el 


espanto y la asfixia, mientras su dedo señalaba desesperadamente al mantel.
Por suerte miré a tiempo. Dorada, diminuta, medio aplastada y agitando levemente  un ala 

extendida, una avispa nos daba su último adiós.
Microrrelato de Luciano Montero




EL CORRECTOR INCORREGIBLE


Mi mujer se llama Bibi, y siempre se está quejando de mi deformación profesional. Soy corrector de textos, y de los
 mejores. ¿Qué le voy a hacer?  Bibi no soporta que siempre vaya recogiendo todos los papeles del suelo y encima los
lea de principio a fin. O de fin a principio, porque además tengo la manía de empezarlos por el final.  Y que, atento sólo 
a la ortografía y al estilo, ni siquiera me entere del contenido de lo que leo.
Hoy mismo, al volver de la editorial, he encontrado en el portal  de casa esta nota manuscrita que alguien ha perdido. 
Es evidentemente una nota confidencial, pero ¿en qué dirán ustedes que me fijo yo? Pues en la “k” de ese“te kiero” de 
despedida, escrito así, con “k”, estilo bakala, o perroflauta, o qué se yo. La gente escribe que da pena. O en ese “Dale
 ya puerta a tu maromo y píratelas conmigo”, que no puede ser más barriobajero. ¿Qué va a ser de nuestro idioma?
Y sobre todo vean este desastroso encabezamiento: “Querida Viviana”. ¡Con dos uves, por favor, qué disparate, cuando
 es bien sabido que se escribe con dos bes! ¿Adónde vamos a llegar?
Microrrelato de Luciano Montero





LA MANO - RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino. La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto.

Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte. ¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».


LA MUERTE EN SAMARRA - GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (Adaptación)

El criado llega aterrorizado a casa de su amo.
-Señor -dice- he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
-Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor se encuentra la Muerte en el mercado.
-Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza -dice.

-No era de amenaza -responde la Muerte- sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta 

misma tarde tengo que recogerlo allá.


EL EMPERADOR DE CHINA - MARCO DENEVI

Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al trono. No dijo nada y ocultó el cadáver. Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado, del difunto emperador. ¿Veis? -dijo - Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el emperador.
El pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase.



PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO - JOSÉ LEANDRO URBINA

Mientras el sargento interrogaba a su madre y su hermana, el capitán se llevó al niño, de una mano, a la otra pieza...
- ¿Dónde está tu padre? - preguntó
- Está en el cielo - susurró él.
- ¿Cómo? ¿Ha muerto? - preguntó asombrado el capitán.
- No - dijo el niño -. Todas las noches baja del cielo a comer con nosotros. El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al entretecho.


EL PASTOR

- ¿Amor? ¿Qué haces tan temprano de vuelta? - preguntó al ver a su esposo.
- Me despidieron.
- ¡¿Otra vez?! ¿Qué pasó esta vez?
- Lo mismo de siempre, mi vida, me quedé dormido en el trabajo.
- ¡¿De nuevo?!
- Si.
- ¿Y todo el café que te tomaste antes de ir a trabajar? ¿No funcionó?
- No.
- ¿Y no hablaste con el dueño del rebaño? ¿no intentaste explicarles?
- Si, mi vida, yo les expliqué que es común que los pastores nos quedemos dormidos en nuestro tabajo, porque contar ovejas da sueño y no podemos evitar quedarnos dormidos al hacerlo: pero ellos no entienden, pareciera que nunca hubieran tenido problemas de insomnio.
- Ay que mal, amor, ahora te tocará buscar otro trabajo.
- Si ¡Qué ironía! ¿No? Porque ahora voy a pasar largas noches sin poder dormir por la ansiedad de estar desempleado otra vez, cuando quedarme dormido en el trabajo siempre ha sido la causa de mi despido.


LA OVEJA NEGRA - AUGUSTO MONTERROSO

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.



UN SUEÑO - JORGE LUIS BORGES

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de maderas y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mi escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular...El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.



EL POZO - LUIS MATEO DÍEZ

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. "Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.


Todo empezó el día en que los rumores dejaron de ser rumores para convertirse en dura realidad. Por fin, una fábrica, igual a muchas que la misma empresa poseía en otros países, iba a ser construida en el pueblo.

Según las habladurías, los dueños, que vivían muy lejos, se habían comprometido a reservar dos puesto de trabajo para los habitantes del lugar. Pero algunos vecinos estaban en desacuerdo con aquella promesa, ya que a cambio de tan poco no deseaban ver destruido un bosque, cuya pieza más apreciada era el árbol centenario en el que Julia había jugado desde pequeña. (Mueve el brazo como si descorriera un telón imaginario). Y aquí es exactamente donde comienza nuestra historia.

(El narrador se va. Se ilumina el escenario. Entran dos operarios. Luego llegan Julia y su amiga Andrea) 


JULIA: ¡No puede ser! ¡Llaman limpieza a cortar nuestro bosque!

ANDREA: Hace tiempo que lo sabíamos. La semana pasada enviaron los permisos que autorizan a talar los árboles del bosque. 

JULIA: Pero no todos estamos de acuerdo. También tienen que escuchar a los que no quieren que se mate a nuestro árbol. (Señalando indignada hacia el tronco) ¿Alguien le ha escuchado a él?

ANDREA: Nadie puede escuchar a un árbol. 

JULIA: Yo puedo hacerlo. Se queja cuando hace mucho viento y susurra feliz al llegar la primavera. Se encoge cuando la nieve cae sobre él y estira sus ramas siempre que le acaricia el sol. Tiene vida Andrea, tiene vida como tú y como yo. Ya casi no nos queda tiempo.

ANDREA: (Asustada) ¿No estarás pensando…? 

JULIA: Te lo conté y te pareció una buena idea.

ANDREA: Pero creí que estabas bromeando.

JULIA: No bromeaba. Andrea. Desde que mi abuela me dijo que no habían hecho caso a nuestras protestas, empecé a prepararlo todo. Prometiste que me ayudarías, ahora no puedes volverte atrás.

ANDREA: Si se enterase mi padre, me colgaría de otro árbol.

JULIA: Lo haremos al anochecer y cuando esté arriba, lo único que tienes que hacer es traerme todo lo que yo vaya necesitando. (Al percibir las dudas de Andrea) Eres mi amiga ¿no? Vamos. Lo tengo todo preparado en el cobertizo.

(Julia y Andrea se van. Regresan cargadas de bártulos y arman una tienda de campaña en un árbol)

ANDREA: Es increíble. ¿Cómo te has podido inventar una cosa así?

JULIA: Vi la foto en un libro de boys scouts. También venían las instrucciones de cómo se podían hacer tiendas en los árboles. No te quedes ahí parada, tienes que ir subiéndome todo lo que falta. Es posible que me quede una buena temporada aquí arriba.

ANDREA: Mira que si ahora te conviertes en lo que la gente pensaba y termina siendo verdad que eres…

JULIA: (Cortándola divertida. Ríe)… Una ardilla.

ANDREA: Entonces ya nunca más podré hablar contigo.

JULIA: (Irónica) Aunque me convierta en una ardilla, seguiré siendo tu amiga.




EL YA LO SABÍA

Sentado en el banco él esperaba. Entonces la vio.No debía de tener más de treinta años;la tez pálida, los ojos claros; y el más dulce rostro que jamás había visto. Mientras se acercaba observó su elegante y desnudo cuello, sus bellas manos desprovistas de joya y su sencillez al vestir. Sonriendo ella le preguntó si quería sentarse. Antes de empezar a escuchar su dulce voz, él ya sabía que no le concedería la hipoteca.


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